¿Hay algún superviviente en la sala? el silencio se dilató por unos instantes pero poco a poco y tímidamente, algunas personas fueron levantando sus manos. Primero uno, luego otra, una fila más allá una pareja… El silencio dio paso a la palabra aunque solo algunos fueron capaces de contar su historia.
Hay preguntas que te hielan el alma.
El sufrimiento o el dolor (todavía trato de diferenciarlos) son parte inseparable de la vida. Por alguna razón estúpida casi nadie habla de
ello y no se nos educa para afrontarlos. Vivimos como si nada malo fuera a
pasarnos, como si la muerte no fuera con nosotros y enfocamos nuestra existencia
hacia una inmortalidad que no existe. Nadie en nuestra sociedad se preocupa de
enseñarnos que las pérdidas van a formar parte de nuestra vida y que tarde o
temprano, todos levantaremos la mano como supervivientes de un duelo o de
muchos.
Cada uno de nosotros iremos perdiendo aquello que amamos: la inocencia, la juventud, algunos sueños. Por el camino diremos adiós a nuestros padres, a nuestra pareja, a nuestros mejores amigos, quizás a nuestros hijos… La lista de pérdidas es larga, tan larga como la de afectos. Si no amas no pierdes, pero a cambio de evitar el dolor de la pérdida, estarías condenado a la más absoluta soledad para no sentir y entonces la vida todavía tendría menos sentido.
Acabo de asistir a una conferencia sobre el suicidio. Antes,
yo hubiera dicho a cualquiera ¿cómo se te ocurre? Tal vez tu estés pensando lo mismo mientras me lees. Sin embargo,
entender mejor nuestra naturaleza, el funcionamiento de nuestro cerebro, de
nuestras emociones, nos ayuda a tomar conciencia de la vida. De su parte feliz
y de su parte oscura. Aprender a no juzgar es tan importante.
Jamás había entendido la depresión, el sufrimiento emocional
o el suicidio. Jamás hasta ahora.
Tras la muerte de María tengo momentos en los que el dolor
es tan agudo que solo un sueño profundo es capaz de aliviarlo, pero me cuesta
dormir y si me duermo, despertar es peor. La realidad se empeña en que debo
aceptar que no podré abrazarla más, que no la veré ni la escucharé reír, que ya
no es, que ya no está.
Soy muy consciente de
mis momentos de tinieblas. Los veo llegar como la bruma que va bajando oscura sobre
la playa al atardecer. Trato de rescatar mis pensamientos y resguardarlos de la
tormenta que amenaza hasta que la calma me permita reconocer mi dolor y
transitarlo del modo más consciente. Aceptar y seguir caminando.
Resulta una lucha agotadora pero intento encontrar siempre
pensamientos positivos que me produzcan calma. No es para nada mérito mío. Por
alguna razón que se me escapa nacemos con presidisposición al optimismo, tenemos
un temperamento melancólico o habilidades sociales. Un entorno familiar y
social que nos arrope y de seguridad, también ayuda, pero somos como somos y
sentimos como podemos. En esto soy afortunada.
Sólo ahora comprendo que quienes no cuentan con algunas
habilidades y capacidades como la resiliencia o el autocontrol, quienes no
toleran bien la frustración, quienes no disfrutan de una salud emocional
equilibrada y tiene que enfrentarse ante un hecho crítico y determinante en su
vida pueden dejar de luchar porque no encuentren salida. Quizás para la mayoría
nos parezca inexplicable pero vivir un dolor emocional agudo o constante puede
resultar insufrible. Lo sé ahora que he comprobado la intensidad del dolor.
Decía la ponente de la conferencia, que la vida era como una
carrera en un hermoso campo de hierba en el que nos situábamos con los ojos
vendados y una bolsa al hombro. Cada uno de nosotros caminamos sin percatarnos de
los agujeros de ese campo disimulados entre la hierba. Algunos hoyos son
pequeños y simplemente nos hacen tropezar o retorcernos un tobillo, pero hay
también hoyos muy profundos en los que caer. Si eso sucede, entonces debemos abrir la bolsa y tratar de
encontrar algo que nos ayude a escalar. Algunos tendrán en la bolsa una pala y comenzarán
a cavar desesperadamente sin darse cuenta que su hoyo será cada vez más profundo.
Otros aunque no encuentren nada en su bolsa tratarán de agarrarse con uñas y
dientes a raíces o cualquier otra cosa que les permita subir un poco y mirarán
hacia el cielo aunque solo vean un punto muy pequeñito pero les generará
esperanza y probarán a chillar y pedir
ayuda hasta encontrar quien desde arriba les escuche y pueda ayudarles.
Trato de relajarme, medito, escribo y voy repasando la enorme lista de personas a
las que amar, cosas por hacer, lugares que conocer… En el mismo orden que María
ordenó su último álbum de fotos. Ella me marcó el camino y yo voy siguiendo sus
instrucciones. Gracias hija.
Here with me.
Yo incluso alguna vez juzgué a quien tenía depresión considerando q no se esforzaba lo suficiente. Ahora sé lo q es no soportar lo irreversible y llenarte de preguntas sobre la capacidad q tenemos de controlar las situaciones y salvar lo q más amamos, y sólo se consigue triplicar el sufrimiento. A pesar de q pienso demasiadas veces en tirar la toalla, doy gracias a Dios de no haberme metido en una cama y de tener fuerzas para salir a la calle y no haber perdido la capacidad de distraerme. ¿ Logras algo de disfrute? Ojalá q sí, yo un disfrute muy muy discreto y muy alejado de mis apasionadas ganar de exprimir los pequeños detalles.
ResponderEliminarTe veo fuerte, pero lo mejor de todo es q eres íntegra, es decir, amorosamente honesta. Qué madre más bonita tiene María.
Mi querida Raquel, caminamos y como decía el poeta
Eliminar“Aunque el resplandor que
en otro tiempo fue tan brillante
hoy esté por siempre oculto a mis miradas.
Aunque mis ojos ya no
puedan ver ese puro destello
Que en mi juventud me deslumbraba
Aunque nada pueda hacer
volver la hora del esplendor en la hierba,
de la gloria en las flores,
no debemos afligirnos
porqué la belleza subsiste siempre en el recuerdo.
En aquella primera
simpatía que habiendo
sido una vez,
habrá de ser por siempre
en los consoladores pensamientos
que brotaron del humano sufrimiento,
y en la fe que mira a través de la
muerte.
Gracias al corazón humano,
por el cual vivimos,
gracias a sus ternuras, a sus
alegrías y a sus temores, la flor más humilde al florecer,
puede inspirarme idéas que, a menudo,
se muestran demasiado profundas
para las lágrimas.".
Me aprendí ese poema en 1976 tras ver la que sería una de mis películas favoritas "Esplendor en la hierba" de Elian Kazan, pero sólo ahora entiendo su verdadero significado.
Yo creo que con todo, eres mucho mas fuerte de lo que imaginabas y llegará el momento en que puedas disfrutar a tope de la vida. Estoy completamente segura de que llegarán a tu vida muchas cosas y personas que te harán sentirte feliz.
Las heridas del alma también llegan a curarse pero sus cicatrices no desaparecen porque son la prueba de lo mucho que hemos amado. Un abrazo.