Si estuvieras aquí.
Verías a papá repasando, una vez más, sus temas de historia para el examen y riéndote le dirías “no se te ocurra copiar eh, que te pillan fijo jajaja ”. Y estarías orgullosa de que tu papi, ya jubilado, se pelease con los reyes franceses del XVII y pudiera explicarte el gótico tardío de esa catedral que visitaríamos juntos.
Si
estuvieras aquí, estarías presumiendo de los éxitos de tu hermano por London “te
lo dije, mami” y le acompañarías como VIP alguna fiesta de Hospital Records. Luego le pondrías la cabeza loca con ideas para organizar su nuevo apartamento y te
pedirías el sofá para muchos fines de semana de brothers, porque Londres te encantaba y ser la hermana pequeña también, aunque tantas veces creían que eras tu la mayor y eso te comía los demonios.
Si
estuvieras aquí, yo estaría atacada con cualquier cosa insignificante, cabreada
con el mundo tratando de controlar lo incontrolable, comiéndome el coco con
cualquier nadería y tu estarías diciéndome “No te rayes ma, que no tenemos
remedio… que les den ¿Nos tomamos un café?”
Si
estuvieras aquí yo hoy no estaría hoy tan derrotada y tan triste. No estaría escribiendo esto para
calmar mi alma rota. Estaría diciéndote que esa falda es muy corta, que me
gusta tu pelo, que me asusta ese viaje que estás planeando, que me encantan tus
nuevos proyectos, que el “contourning” no me sale, que me dejes en paz, que la
paella no lleva cebolla, que cuidado con la bici, que te ates bien el casco, que
adelante con tu nuevo curso, que ese tattoo no me convence, que te pongas cremita
en las manos, que te quiero, que hoy me tienes frita, que sí, que todo va a
salir bien, que estoy orgullosa de ti. Que te echo de menos.
Tu piano
ahora mudo detenido en el tiempo, tu habitación desnuda con ese mensaje que
escondimos detrás de la pared para que los habitantes del futuro supieran de
nosotros; tu bici de segunda mano aparcada en el silencio (quién sabe para qué o para quién); el wassap que ya nunca nos traerá tus locuras, tus videos y tus besos; las
fotos de tus amigas en las que ya no estás y en las que seguimos buscándote; la
silla del bar de abajo vacía… Este roto que nos has dejado en el corazón.
Y aun con todo, celebro tu vida por todo lo que nosotras
tuvimos. Por el privilegio que fue ser tu madre. Y te doy las gracias porque a
pesar de los jirones en los que tenemos descosida el alma, nos has hecho tan felices
todo el tiempo que compartimos y fue tan increíble, que sospecho que ahora estamos en el
camino de convertirnos en mejores personas. Todo eso te debemos.
Te quiero
Como siempre me quedo sin palabras y me sobran las lágrimas. Algún día tendremos q inventar palabras para poder seguir diciendo de mil formas diferentes lo mucho que los echamos de menos.
ResponderEliminarMil besos.
Inventaremos palabras querida Raquel, porque no hay lágrimas suficientes, pero también aprenderemos a reír de nuevo cuando seamos capaces de dejar de medir el tiempo y valorar solo la intensidad de lo vivido. Abrazos y achuchones sinceros.
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