Me descubro sentada aquí, en la terracita del albergue de peregrinos de las Siervas de María, en Astorga, con la muralla a mi espalda, los pies hinchados de caminar y la vista perdida en el infinito. Cae la tarde. El cielo está cubierto y oscuro, como amenazante, pero las vistas son francamente espléndidas.
Nada obstaculiza la horizontalidad
del campo maragato y el cielo infinito juntos en esta primavera agónica que se
escapa a mediados de Junio. El atardecer es precioso. Aunque no estoy sola, nadie interrumpe mi momento.
El Camino está repleto
de silencios que aprovecho para tratar de reconciliarme con la vida que me ha
tocado. Qué difícil es todo. Vivir, morir...
Otros peregrinos tienden la ropa un poco más abajo, sacuden el
polvo acumulado en sus botas o se afanan en curas rústicas de ampollas y
rozaduras, mientras mantienen, en inglés, sencillas conversaciones sobre cómo ha
ido la etapa. Yo guardo silencio y dejo que el paisaje me atrape.
Intento no pensar pero a veces no puedo.
¿Qué hago aquí? No lo sé.
Mentiría si digo que las risas y naderías de otros no me
afectan en determinados momentos, pero no puedo evitarlo. No puedo evitar
pensar en cómo afrontaría yo este viaje si no hubiera pasado lo que ha pasado.
Me enredo en ideas que me conducen al dolor por lo perdido y cuando el daño por
hurgar en la herida se hace insoportable, trato de respirar hondo y llevar mi
mente hacia los recuerdos felices. Veo tu cara sonriente entre las nubes y sigo
convencida de que nunca podré distinguir si me duele más lo que ya no tendré o
lo que tú te has perdido, hija mía.
Anochece y varios vencejos surcan el cielo con sus piruetas amagando
una y otra vez sobre mi cabeza con sus chillidos característicos y yo juego a interpretarlo como una señal que me reconforte el alma.
Te echo tanto de menos.
PD.
Papá aprobó su examen. Sé que estarías super orgullosa de él
y que en cierta medida él lo hace por ti. Yo sigo ultimando los detalles de mi cuento y
espero presentarlo pronto. Estoy segura de que te encantaría. David sigue adelante con sus proyectos.
Marisa, que bonitos articulos y reflexiones.
ResponderEliminarA mi me acompaña ese martirio de pensar lo que Mei se pierde... asique... siempre que puedo... le hago algun homenaje a esa chica de 20 años que me enseñó a disfrutar cada momento, por pequeño que fuese... en lugar de helados compro nata montada congelada, paseo por el parque de la que fue su primera casa aquí, escucho esa cancion preciosa que tanto me acerca a ella (put yours records on), si voy de viaje siempre paro en un dunkin donuts...me desvío un poco para pasar por el paraiso perdido... :)
Espero que el camino os reconforte, disfrutarlo sin prisa, como se dice aqui, la piedra siempre espera.
Un beso enorme a los tres😗😗
Me emocionan mucho tus palabras Lara y la ternura de esos homenajes tan riquiños que rindes en la memoria de Mei. Te los agradezco desde el corazón. Estoy segura de que María de alguna forma te acompaña por esos rinconcitos de Santiago. Que tiempos tan maravillosos. Un abrazo preciosa.
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