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Mostrando entradas de marzo, 2019

Un cuadro para una sala de espera. Gracias Addenbrooke

A menudo mi cerebro me devuelve a aquellos días en el Hospital Addenbrooke (hospital público de la Universidad de Cambridge), y aunque todavía no soy capaz de pronunciar correctamente su nombre, soy consciente de lo mucho que le debo. No se escatimaron medios, ni humanos ni técnicos, para tratar de salvar a nuestra querida María. Fue operada por los mejores neurocirujanos y atendida por un maravilloso equipo de expertos médicos y de enfermeras, algunas de ellas españolas y portuguesas, y aunque no pudo ser, sé que la muerte de mi hija (como la muerte de cualquier paciente, especialmente si es joven) les afectó. Sé que ese café que se toman en su descanso, entre turno y turno, empieza con un silencio y un “vaya mierda de día” . Lo sé porque veía sus caras y podía leerlas. Qué profesión tan dura ¿verdad? Trabajar en una UCI donde la distancia entre la vida y la muerte es tan minúscula. Sé también que no pueden, no deben, empatizar con los pacientes y sus familias porque su