Ella siguió hablando sobre lo que yo debería hacer, sobre lo que yo debería sentir y se explayaba con consejos y aseveraciones que según ella conseguirían hacerme volver a la vida. Hay que vivir, decía, hay que seguir adelante, pero hacía ya un buen rato que yo únicamente la observaba y asentía con la cabeza sin prestar la menor atención a sus palabras. Descubres muchas cosas cuando miras directamente a los ojos de una persona y ella apenas podía sostenerme la mirada. Se había detenido a saludarme y se mantenía de pie frente a mi mesa del bar, esa que ocupamos por turnos algunos vecinos del barrio, casi siempre los mismos supervivientes, cada uno con su café o su caña en esa esquinita soleada de la terraza y desde donde observamos el mundo ensimismados mezclando recuerdos, tristezas y nostalgia. Ella seguía con sus recomendaciones sin percatarse de que yo llevaba un buen rato leyéndola por dentro. Estaba incómoda, era fácil adivinarlo. Casi siempre la verborrea es fruto del ner
La muerte de mi hija María ha supuesto una demolición en nuestras vidas. Escribo para compartir mis sentimientos y recordar el gran regalo que fue tenerla.