Estoy recostada en el sofá gris pardo de tu apartamento de Saturnino Cachón mirando a la nada teñida del azul ultramar con el que pintamos la pared frontal del salón y en pleno estado de inopia.
Hace bastante calor. Me gusta sentarme aquí y recordar, recordarte, y aunque me escueza el alma y los ojos se me nublen, aunque termine agotada porque sentir tus cosas me produce a la vez dolor, tristeza y nostalgia, no quiero dejar de sentirte.
Estoy recogiendo algunas cosas, huellas físicas de tu
presencia durante el escaso tiempo que disfrutaste de este pisito de soltera.
He dejado tus cuadros colgados tal y como los tenías. Cuadros recopilados, uno a uno, con entusiasmo para esa colección que querías tener en
la pared. Cuadritos de cada uno de tus viajes y que eran el primer objetivo a
conseguir a penas llegabas a un país o una ciudad nuevos: Berlín, Brujas, Ashila, Essauira, Marraquech…
El último lo compramos juntas en Central Park, en Manhatan, y no llegamos a colgarlo, pero tenías exactamente su ubicación pensada, justo
debajo de los de los grafitis del muro de Berlín porque los colores
te encajaban a la perfección ahí. Recuerdo tus habilidades negociadoras con el
artista callejero que pretendía sacarle mayor beneficio a su obra y tu regateo
con esa carita de “por favor, por favor, que no puedo pagarte más” y esa
sonrisa que dejaba desarmado a cualquiera. Y lo contenta y orgullosa que te
sentiste al conseguirlo por el precio que habías previsto. No
me he atrevido a colgarlo todavía. Hacer las cosas que habrías hecho se me
sigue haciendo muy cuesta arriba, pero algún día lo haré, te lo prometo.
“El apartamento de María”.
Así te hacías, mágicamente con un guiño y una sonrisa
picarona, dueña de casi todo; del
apartamento, de la casita de Monforte, del coche… y a David, que dejaba que te sintieras la reina
de todo sin darle importancia por parecer desposeído de cuanto a ti te hacía
sentirte dichosa y afortunada, le hacía gracia. Todo es de Mei.
En la estantería, junto a una caja que tuneaste con un
collage de papelitos de revistas y que te servía para guardar apuntes y papelotes, siguen algunos de tus libros que duermen, ahora como tú, el sueño de los justos.
Algunos Bestseller en inglés con los que te
acostumbraste a leer en la lengua de Shakespeare, y otros, en castellano, que han
ido acumulado el polvo de todo este tiempo en que nadie volvió a asomarse a sus
páginas.
Descubro varios de la autora de Crepúsculo y de Luna nueva…
y al abrir Eclipse, una dedicatoria me sitúa en el momento exacto en el que ese
libro llegó a tus manos:
Monforte, 6 de Septiembre de 2009.
“En la vida no siempre las cosas salen como tenías previsto. Seguro que no habrías imaginado que cumplirías 20 años en Monforte, con tus padres, estrenando barbacoa, bañándote en Augas Santas… (si tu abuela Maruja te viera, estaría riéndose). Pero a veces, las cosas más raras, las recuerdas siempre. Feliz cumpleaños! Papá y Mamá”
Monforte, 6 de Septiembre de 2009.
Recuerdo que tu relación con Dani hacía aguas y
que estabas triste, muy triste. El primer amor duele, te dije. Así que decidiste
venirte con nosotros a pasar aquel fin de semana. Aquél domingo te desperté como siempre, con
el desayuno en la cama. Nos miramos y me diste un abrazo. Papá había recortado
una rosa de nuestro jardín y te la llevó con el libro. Y te
colmamos de besos y de tirones de oreja. Siempre supiste dónde estaba tu casa, donde, pasara lo que pasara no te faltarían abrazos. Feliz cumpleaños reina pollito.
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