Aquella mañana de diciembre habíamos salido a pasear por el bosque, no muy lejos de casa. El sol de invierno brillaba espléndido y la luz rebotaba contra el rocío acumulado en los hierbajos que íbamos pisando, reflejando, por miles, chispitas de colores que convertían el paisaje en un cuento de hadas.
Que felices eran los días previos al regreso de nuestros hijos
por Navidad, y cómo sentía, emocionada, la misma sensación que mis padres
habían experimentado, años atrás, cuando los que regresábamos éramos nosotros…
Durante aquél paseo matinal yo me había empeñado en encontrar
alguna rama seca, algún tronco caído o cualquier otra cosa que convertiría, con
unos sencillos arreglos caseros, en nuestro particular árbol navideño, de modo
que estuvimos enredados en la búsqueda un buen rato.
¿y éste? ¿Qué te parece?
Por fin apareció, abandonado en su sueño definitivo, el
esqueleto de un arbolito perfecto. Nuestro arbolito.
Luis que con infinita paciencia se deja enredar siempre por
mis ocurrencias, cargó con el árbol seco ante la mirada desconcertada de runners
y paseantes de perros, hasta que conseguimos, ya casi al medio día, “plantarlo” en casa.
Después de comer, adorné el arbolito con luces plateadas, estrellas
y campanas de madera, y un par de preciosos
adornos que había comprado, meses atrás, en un mercadillo en Bruselas. Y mientras,
María, desde el whatsapp, me iba
diciendo:
-Así no me termina de gustar... pon esa estrella del otro lado... ¿y si añadimos alguna bola de cristal?-
Y yo le
echaba pestes y no parábamos de reírnos, porque montar un árbol de navidad
juntas pero a 2000km. de distancia, era algo que nosotras hacíamos como nadie.
Monté y desmonté adornos toda la tarde hasta que a las dos
nos pareció perfecto.
Ahora está genial, dijiste
Aquí te espera, le dije.
Aquella noche, hoy hace dos años, el sonido del móvil fue la
alarma que ningún padre debería recibir. Una llamada de la policía nos revelaba
que habías tenido un accidente y que estabas en coma. Aquella noche quedaron
rotos todos nuestros sueños y arrasada la vida que habíamos conocido.
Viajamos en coche hasta Madrid, de allí en avión a Luton, de
Luton a Cambridge en taxi…
Y David, Emma, papá y yo pasamos contigo la navidad en el
hospital, aunque en realidad tú ya no estabas y aquella navidad había
desaparecido consumida entre nuestro dolor y la inmensa tristeza que lo
envolvía todo.
En nuestra casa quedó, abandonado en el tiempo, nuestro arbolito seco con luces plateadas, el olor a galletas de jengibre recién salidas del horno, la
manta del sofá para esas tardes de achuchones que compartiríamos, los wass con las risas, los crismas colgados en las cortinas del salón,
la pajarita roja que ibas a ponerte para fin de año, tu música retumbando por toda
la casa, los papeles y los lazos de regalo, las botellas de cava en la nevera, la lista de
deseos por cumplir, tu piano, los abrazos que teníamos que darnos…
Hoy, dos años después, volveremos a sentir la emoción del reencuentro con nuestro hijo David, y aunque nada nos volverá a aquella mañana feliz en el bosque, sabemos que fuimos afortunados por tenerte en nuestra vida y te recordaremos con esa luz y alegría con la que inundabas nuestros corazones. Siempre, aquí conmigo.
Dedicado a todos los padres y madres que han perdido un
hij@.
Hola, Marisa.
ResponderEliminarHasta ahora no me he atrevido a escribirte, aunque llevo tiempo queriendo hacerlo.
Ayer escuché tu intervención en la radio, he seguido de cerca la presentación de tu libro (que una maravillosa amiga decidió regalarme dedicado por ti cuando visitaste su cole de Carracedelo) y que me hizo llorar de emoción con solo ver la portada, y me he colado en tu rinconcito virtual de vez en cuando.
Conocía a Mei gracias a Rico, amiga de ambas, y con ella, entre otros momentos, pasé unos días maravillosos en Londres hace casi ya 9 años (lo visitamos juntas por primera vez).
Solo quería decirte que Mei era una persona increíble. Lo sabes tú mejor que nadie. Qué bonita era. Qué luz tenía. Qué amor y dulzura transmitía. Siempre con una sonrisa. Qué pena tan grande no poder volver a vérsela en vivo y en directo. Pero podéis estar muy orgullosos y ella puede descansar muy tranquila. Era un auténtico amor. Gracias a ambas por haber podido disfrutar un poquito de ella.
Y enhorabuena por el cuento. Yo también soy maestra y estoy deseando leérselo a mis peques, aunque, te confieso, que aún no soy capaz de hacerlo sin emocionarme.
Un grandísimo abrazo.
Que bonitas tus palabras Violeta. Que energía tan maravillosa me transmites al hablarme de María. El otro día una amiga me trajo su libro a firmar para la hija de Rico y no tenía ni idea de que ellas se conociesen. La Rico es mucha Rico decía María jajajaja. Me encanta que quienes compartisteis un pedacito de vida y de risas con Mei tengáis el cuento y así podáis mantener su recuerdo también de forma física. No recuerdo aquel primer viaje a Londres pero seguro que fue muy divertido conociendo a tus compañeras de viaje. Me encantaría un día tomar un café contigo y que me contases vuestra aventura londinense. Y muchas gracias por llevar nuestro cuento a tus alumnos. Un beso enorme Violeta.
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